viernes, 23 de octubre de 2009

Secuestro del tiempo



Muy de mañana cuando el sol  radica a la tierra  en un bostezo sus primeros rayitos de claridad presentándonos  la mañana.  Mamá ya esta de pie agitada preparando mi lonchera, para  luego llevarme a la escuela. Diariamente hace lo mismo, recoge arregla unas y  otras cosas , plancha, busca mis zapatitos, alimenta el gato saca el perro….. Sin entender su fatiga,  despacio, sigo sus pasos hasta que me reclama para que desayune con rapidez.  Me toma del brazo y salimos, enfrentándonos con las demás   personas, que llevan la misma prisa. Con desespero  tocan las bocinas de sus autos, E  Impacientes alzan su voces irritables mezclándose con el escándalo, culpan el policía del transito que al parecer da malas vías, o se quejan de aquel  mal conductor que provoca infracciones,  casi siempre es un problema. En la emisora nos acompañan aquellos tipos debatiendo cualquier situación sin llegar a un acuerdo. Mi alrededor gira a la velocidad  del abanico de mi habitación, reflexiono suspiro, pienso para mis adentro lo agotador que es  formar parte de esas gentes, de nada sirve la fatiga, mamá tarde o no, llegara a su trabajo, igual  sucederá con  las demás personas. Es evidente hay un culpable entre nosotros, debe ser ágil y  ligero, puede que  sea peligroso,  el nos a marca con  los minutos  mientras nosotros giramos a su entorno, convirtiendo la noche  en día,  es una replica repetidora sin novedades.  Lo he  descubrí seré el héroe  salvando el mundo de la situación, esta  misma noche cuando todos dormían el estaba ahí expuesto en la mesita de noche, lo sostuve en mis manos en puntillas lo llevé distante, quiso defenderse con su minutera pero  fui mas audaz,    asegure muy bien sus desigualados brazos con cinta adhesiva,  sin temor repetí la operación con cada uno de ellos.  El sueño no  he reconciliado,  escucho su corazón  palpitar en el silencio.  También  mamá ha  despertado  y lo buscándolo con desconcierto ¿no se para que? Si esta perdido y sin tiempo.

Fantasías de una niña







Era el inicio de la primavera recuerdo aquel atardecer cerca del río, pude observar como se perdía el sol entre los relieves montañosos que rodeaba aquel lugar esplendido, la tarde trascurría muy lenta, era como si se tratase de un cuento. Todo parecía perfecto desde el esplendor de las hermosas llanuras, hasta la sencillez de las flores y el pasto reluciente, la naturaleza hacia un ritual de bienvenida a la primavera. Pude observar un conjunto de mariposas que jugueteaban entre las flores, permitiendo lucir la tarde más bella. El viento soplaba a favor del día, como si me hipnotizaran no apartaba la  vista de las montañas. Las palmeras se esmeraban bailando al son del viento. Podía decir que me encontraba en el paraíso, el pasto verde, el canto de las aves cruzando el cielo, más hermoso de lo acostumbrado, ofreciéndome un torbellino de nubes que por alguna razón me hacían feliz, me arroje al pasto, cerré los ojos, me centre en el canto de las aves, dejándome guiar por la naturaleza. No sé cuando tiempo mantuve los ojos cerrados y el tiempo que permanecí en el lugar, solo se que el crepúsculo de la noche arropo el valle fue motivo de mi despertar, mi cuerpo estaba helado, mi semblante húmedo del roció, levantándome con cuidado me dirigí al hogar. A lo lejos podía divisar el humo de la leña y las luciérnagas que empezaban a formar parte del mundo nocturno. Mi viejo estaba fuera de la casa, sentado en una silla de guano donde acostumbraba con una taza de café, su mirada perdida en la luna que se aproximaba cuando regresé a la casa, con una expresión en su rostro me brindo una taza de café. Me dice que lo Acompañe, a contemplar  la belleza de la naturaleza. La luna embellecía el cielo, con intensidad resplandecían los luceros. Señalando las llanuras y la luna inicio su historia la cual estaba acostumbrado a contar, era una rutina. Siempre dialogaba acerca de la noche decía que un lujoso vestido negro la adornaba decorados por costosos diamantes  (refiriéndose  a las estrellas) que a kilómetro sus destello alumbraban. y las estrellas fugaces, no eran mas que esos diamantes arrebatados por los avaros elfos que habitaban en el espacio. Me mostró el mundo de forma diferente quería introducirme en un mundo de fantasía, sueños y encantos, un mundo donde la inocencia reinara,  me llamaba princesa, así me sentía y todo lo imaginaba. Mi casa la cual el techo era de yagua, carecía de piso y la madera estaba desgastada, por el tiempo y la lluvia lo imaginaba un castillo hermoso. Donde existían duendes, hada, pasadizos secretos y las paredes guardaban leyendas. No me importaba la apariencia de la casa. Sabia que mi viejo trataba de hacerme feliz, conocía el mundo real, estaba seguro que un día  lo descubriría, antes de que ocurriera construyo mi propio mundo. En vuelta en la llama de la  ilusión dejándome llevar por el enigma de la historia permanecimos toda la noche concluía una historia, iniciaba la siguiente, lo admiraba se dirigía a mí con palabras muy sabia,  siempre desee ser igual que él. Solía mirar su rostro con mucha atención, incluso  quise tener sus mechones blancos, el decía que eran rayos de sabiduría, desee con todo mi corazón poseerla para ser igual de sabia. Después de un rato concluyo su historia observando la casa dijo: _ princesa mañana será otro día, con una sonrisa en su rostro, se dirigió a la casa. Permanecí un segundo mas escuchando los grillos y la ranas  que cantaban a la luna, esta cada vez iluminaba las montaña._ (Realmente no existen palabras para describir la belleza del milagro de Dios) me despedí de la noche mientras entre en  la casa. Dormíamos en un especie de hamaca, la yagua que cobijaba el techo tenia algunas grietas por la cual penetraba el reflejo  que observe hasta que del país de la fantasías, como  acostumbro a contarme escabullo el duende de la noche, al mundo de los sueños me envió. Al día  siguiente con el canto de las aves y las gallinas desperté Abrase al  abuelo como de costumbre al rió decidí visitar. Constantemente me complacía “era mi mundo” todo el camino tarareaba, me distraía con las mariposas. El sol saludaba con rayos que alimentaban mi pie, las palmeras volvían a moverse todo era semejante al día anterior, era la princesa más feliz de todos los cuentos, mis días fueron leyeran ocurría algo emocionante a cada instante, lo cual fue testigo  mi cuaderno quien era mi único amigo. Quería trasmitir mí felicidad a todo el mundo. Solo vivía con mi viejo, los vecinos era difícil saber de ellos, sé  que había pero vivían muy distantes de nosotros. Mi madre trabajaba en la ciudad, pasaba años sin saber de ella, mi vida era  el abuelo en algunas ocasiones mi madre intento llevarme a la  ciudad, el llanto fue mas intenso y  todo fue imposible, nunca imagine mi vida fuera de aquel paraíso, creí que las personas eran iguales a mí,  que soñaban  que vivían felices, pensé que todo era similar a mí mundo. Recuerdo que visitábamos una pequeña iglesia, en algunas ocasiones nos dirigíamos en caballo, prefería ir caminando era mas emocionante. Estaba a 2 horas de camino. Solos los domingo celebraban las misas, ya que muy pocos de votos asistían quizás por la distancia.  En el camino el abuelo me divertía, hablaba de la vida me costaba entender sus palabras y sus acertijos,  no  prestaba mucha atención corría de un lado a otro detrás de las aves silvestres. La iglesia estaba en la sima de una colina no muy alta. El pasto verde cubría junto a las flores ambos extremos del camino que conducían a la ermita. Allí había una virgencita me deleitaba observándola, tenía puesto un vestido azul, que cubría sus pies, un velo en su cabeza, una nube la sostenía. sus ojos deslumbrante  juraría que estuvieran observándonos, permaneció un tiempo orando, no me aparte de su lado  continuaba concentrada en la imagen y en el bebé que sostenía con su brazo derecho, con la izquierda señalaba el cielo, una sonrisa pintada en su rostro, sus cabellos parecían estar moviéndose con el aire, creería que estuvieran con vida.  Horas después regresamos al hogar, el tiempo trascurrió cada día fueron aventuras y recuerdos inmemorables. Jamás olvidarte la víspera de Navidad mi madre nos envió algunas frutas y golosinas para celebrar. se marcho el abuelo muy temprano al pueblo a recoger el paquete, desde la ventana lo observe hasta que su silueta se perdió entre los sauces. La navidad la percibí, manifestándose a través de la neblina decorando el valle, matizando la hierba. Los ruiseñores  estremecían con sus cantos jugando entre los árboles. Las ninfas que habitaban  mi universo bailaban en el aire fresco, mientras contemplaba la naturaleza,  esperado entusiasmada al abuelo quien regreso  al atardecer con el paquete exhausto debido al viaje. Corrí hasta el recibiéndolo con besos y brazos.  Recibió las cartas y obsequios que mi madre enviaba de la ciudad que yo desconocía, al llegar al hogar desate los paquetes revise todo, recuerdo el aroma de las frutas expandiéndose por toda la casa, mi felicidad sobre pasaba los limites era inefable la mejor víspera, regalos, lechón, frutas. Agradecía a Dios y a mi viejo por hacer realidad otras de mi fantasía. La tarde se perdió en el horizonte, el preparaba la mesa yo distribuía  las frutas decorando las Bandejas con dulces  ensaladas, para servir lo deseado, en el centro de la mesa colocamos un candil qué alumbraba el lugar, antes de empezar el festejo ofrecimos nuestras vidas a Dios le agradecimos por permitirnos celebrar juntos la víspera de navidad y el cumpleaños del abuelo. Todo culminó tan rápido que el recuerdo quema mi pecho, permitiendo que mis ojos liberen una lagrima fría que trituro mi corazón, derrumbando mi alma, distorsionando mi mundo inundándome de dolor, con el transcurso de los años la salud de mi abuelo empeoro se marchito  como los pétalos de una flor. La inocencia  no me permitía entender  que estaba sucediendo, solo sé  que estaba postrado en cama, me sentía inútil sin poder ayudarlo, rogaba a las hadas que Permitieran que se levantara de aquella cama. Pensé que el villano de los cuentos había encontrado mi mundo y quiso adueñarse de el  al ser imposible utilizo la venganza, inundando mi vida de aflicción. Mi mente estaba confundida sentía, que  estaba pasando hacer parte de una pesadilla. Una tarde de otoño la lluvia en el pasto no paraba de caer, sin apartarme de su lado el duende de la  noche   lo aparto. Sus manos lucían fría, su mirada yerta, mí llanto rompía el silencio de aquella tarde gris donde el mundo se revelaba en mi contra. Le gritaba no  sierres tus ojos viejito querido mírame, cuenta las historias que solías contar, regresa dime princesa. Necesito escuchar tus palabras de sabio. El esfuerzo fue en vano no podía escucharme. Mi madre al saber lo acontecido me envió a la ciudad, no podía acostumbrarme, era muy diferente a mi paraíso. Recordaba los valles las nubes que tanto me divertían. Jamás regrese al lugar  que a través de un juego aprendí a ver el mundo de una forma maravillosa. Hoy no estoy arrepentida, con el tiempo me adapte a la ciudad desacostumbrándome a las ilusiones, enfrentándome a la realidad que desconocía. En la ciudad construí mi propio mundo ahora me dedico a Dios y a la literatura, en la cual me esmero para que a través de una historia la imaginación del lector vuele, y forme parte de esta. Atraparlo en mi mundo donde los sueños cobran vida, y las aventuras están por doquier, donde los Viajera son a lugares asombrosos. Después de los años s comprendí los acertijos,  todo esta claro, él  solo quería mi felicidad quiso que viviera mi infancia que es la etapa, más bella de la vida que solo la vivimos una vez,  y es el sueño as precioso. Al contemplar las montañas el deseo de regresar a esa etapa embargan mi mente de una emoción infinita. Nunca olvidare esta frase, quisiera volver a jugar para siempre recordar y aquellos recuerdos de ayer jamás poder olvidar. Siempre permanecerán en mi memoria, el esplendor del el valle, y  por  supuesto al abuelo quien incrusto en la mente de esa pequeña niña  un recuerdo que plasmo mi vida y vivirá siempre en mi corazón.







Memorias de ayer





Escuchaba esa canción aquella que suena a lo lejos cuando apena era una niña. En la casa que nos entrego la abuela para vivir algún tiempo. En ese entonces era el mundo diferente o las personas diferentes, el tiempo se tornaba con más calma, las mañanas eran más duraderas  y las tardes mucho más alegres, la noche más oscura y divertidas. El grillo o saltamontes  con todo su trinar se apreciaba,  para estos días ya ni eso, cuanto extraño la sonrisa del vecinos, su entrega por ayudar, su lucha era nuestra lucha  sus tristezas eran la de todos,  sus triunfos   fueron nuestro. A si como el anciano que por las calles vendía carbón, con su rostro risueño y  su  voz  casi melódica rompían el aire gritando carbón, carbón, una y otra vez. Muchos son los  recuerdos  que trae a mi mente esa canción que suena a lo lejos, invadiéndome con  un hilo de nostalgia. Puedo ver en mi recuerdo las muchachas de esos días saltar la cuerda a mitad de la calle, y a los chicos esconderse de tras de los arboles, veo el cielo, aquel cielo indescriptible con cierto aire de felicidad. Las fiestas de aquellos días eran incomparables,  puros reventones sanos en donde terminábamos ebrios de  risas y  de  gozo, viviendo los segundos como si fuesen  últimos.El sol no era tan ardiente se mantenía sin furia tibio y ligero. Las enfermedades pasajeras, no mortales, la tristeza compartida era menos angustiosa, los encuentro sin el morbo ni cocaína eran más eufóricas, los cocteles con poco o sin alcohol era la mejor delicia, el abrazo sincero sanaba el alma afligida. Cuando añoro aquellos días, sin duda la vida continúa dejando atrás el pasado